No hay mundo ahí afuera. El mundo entero está aquí: tecleando. Esto es el mundo. No hay mundo ahí afuera.
Respiración, respiración. Silencio. Es maravilloso cómo se va desarrollando, momento a momento.
Ningún control: el cuerpo respira al ritmo perfecto; los ojos parpadean al ritmo perfecto. Los dedos teclean, cada uno pulsa la tecla correspondiente en el momento perfecto. No hay nadie en mí que los controle.
¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
¿Quien pregunta? ¿Quién teclea?
¿Qué es el yo?
Pero ¿quién pregunta? ¡La respuesta es la pregunta! ¡La respuesta que se da por sentado! La pregunta debe morir en el momento en que se plantea. Es algo falso, se funda en una mentira, en una falacia. Da por sentado una respuesta. La pregunta y la búsqueda de respuesta surgen al mismo tiempo. Hay una pregunta porque se da por sentado que hay una respuesta, y hay una respuesta, una contracción de esto.
¿Qué es el yo?
¡Cuatro palabras y unos signos de interrogación! Eso es todo. No hay respuesta alguna. No hay ninguna respuesta y, por ende, ninguna pregunta ni ninguna respuesta, lo cual te hace regresar a esto, a lo que nunca ha dejado de existir aquí, a lo que siempre existe aquí. ¿Por qué intentas encontrar una respuesta a la pregunta cuando la pregunta queda sencillamente aclarada en el momento?
Jeff Foster
(La Vida Sin Centro)
No hay comentarios:
Publicar un comentario