Para entender lo que sigue, el lector debe permitirse -ahora y en cada lectura posterior- alcanzar un estado mental adecuado. Se os pide -transitoriamente, por supuesto- que dejéis de lado todas vuestras opiniones filosóficas, religiosas y políticas, y que seáis casi como los niños, que no saben nada. Nada, eso es, excepto que realmente oís, veis, sentís y oléis. Suponed que no estáis yendo a ningún lado salvo aquí, y que nunca hubo, hay ni habrá otro tiempo salvo el presente. Simplemente sed conscientes de lo que en realidad es, sin atribuirle nombres y sin juzgarlo, puesto que estáis palpando la realidad misma y no las opiniones sobre ella. No tiene sentido tratar de suprimir los borbotones de palabras e ideas que transitan por la mayoría de los cerebros adultos, de modo que si no se detienen, dejadlas seguir como quieran y escuchadlas como si fuera el sonido de tráfico o el cloqueo de las gallinas.

Dejad que vuestros oídos oigan lo que quieren oír, dejad que vuestros ojos vean lo que quieran ver; dejad que vuestra mente piense lo que quiera pensar; dejad a vuestros pulmones respirar a su propio ritmo. No esperéis ningún resultado especial, puesto que en este estado desprovisto de palabras e ideas, ¿dónde puede existir pasado o futuro, y dónde alguna noción de propósito? Deteneos, mirad y escuchad... y permaneced aquí un momento antes de proseguir la lectura. Alan Watts (El camino del Tao)


17 abr 2010

EDUCACIÓN


EL FRACASO DE LA EDUCACIÓN


Tuve suerte en la escuela porque fui un fracaso. En mis primeros años de colegio, en la década de los cuarenta, no conseguí hacer nada bien. Na sabía (tampoco mis maestros) que era disléxico y que tenía otras incapacidades para el aprendizaje, incluida una mala memoria a corto plazo. Era humillante no comprender lo que se estaba ensañando y ver cómo la mayoría de los otros alumnos no parecían tener problemas. No importaba cuánto me esforzase, seguía fracasando. Iba pasando de curso, no porque estuviese preparado para hacerlo sino sólo a causa de mi edad. Cada año me rezagaba más con respecto a los otros alumnos. ¡Qué bendición resultó ser eso!



Al carecer de la memoria necesaria para aprobar los exámenes, tuve que aprender a ver la esencia de las cosas para ver si las podía entender. No podía acudir a cualquiera de los profesores ni a mis padres porque ellos no tenían respuestas para este problema. Esto me liberó de la necesidad de acudir a los demás en busca de respuestas.

Al comenzar mi búsqueda espiritual, sí leí lo que otras personas tenían que decir, pero siempre me acompañaba la pregunta "¿puedo confiar en que lo que dicen es cierto?". Esto liberó a la mente para que fuese más allá de todo lo que había leído. Nunca le pregunté nada a ningún maestro. Sin embargo, encontré las respuestas que están más allá de lo que ellos decían.

Con nuestro método occidental de enseñanza no conseguimos hacer que las personas entiendan realmente lo que están intentando aprender. Al decirles primero lo que otros piensan del tema y luego hacer preguntas basadas en lo que se ha expuesto, creemos que les hemos enseñado algo. Aquellos que tienen buena memoria son considerados inteligentes. Los que no la tienen son considerados limitados.

De manera que no es ninguna sorpresa que la mayoría de las personas que me escriben intenten comprender siguiendo ese mismo proceso que nunca conduce a una verdadera comprensión. Por supuesto que hay personas inteligentes que hacen verdaderas preguntas que realmente están examinando la totalidad del proceso. Sin embargo, demasiado a menudo sus preguntas revelan el sistema educativo por el que han tenido la desgracia de pasar.

En lugar de hacerle preguntas a otros, debieran hacérselas a sí mismos. Considéralo así: nadie sabe nada, incluido tú mismo. Ve el problema como algo nuevo sin pretender saber nada al respecto. Todas las respuestas están dentro de ti en este preciso instante. Al acudir a otra persona no vas a encontrar una verdadera respuesta.

Desde luego que no tiene nada de malo hacer preguntas, podemos usar la experiencia de otros para ayudarnos a comprender. Pero háztelas primero a ti mismo, y mientras escuches las respuestas de otro, mantén tu mente abierta a tus propias respuestas.

Lo que intento hacer es señalar los verdaderos problemas. Yo no puedo darte las respuestas. No tendría ningún sentido que intentara hacerlo o que tú aceptaras lo que digo sin haberlo encontrado antes en tu propio corazón o en ti propia mente.


La verdadera comprensión siempre proviene de la misma fuente. Sólo existe una única fuente de Sabiduría y no está en nuestras mentes individuales. Se encuentra en la Totalidad de la Vida Misma. No es mi sabiduría o la tuya, sino la nuestra.

Nuestros educadores necesitan ser instruidos sobre cuál es realmente el problema que enfrentamos. Sólo entonces podrán saber lo que deben enseñarles a sus estudiantes. Necesitamos liberarnos del sueño de la separación en que nos mantiene el ego. Si no lo hacemos, acabaremos mal. Hasta ahora, la educación ha fracasado en este sentido. Sin embargo, la educación es un instrumento tan importante que tenemos que usarlo. Una sociedad verdaderamente educada nunca dejaría que unos líderes estúpidos nos llevasen a la guerra. Una sociedad educada vería cuáles son las verdaderas causas del sufrimiento en el mundo y sabría qué hacer al respecto. No habría separaciones entre los países y los gobiernos serían dirigidos por el pueblo. El medio ambiente estaría a salvo porque personas verdaderamente educadas no dañarían aquello que es su propia Vida. Todos los problemas del mundo son básicamente simples de resolver si encaramos los hechos sin que el condicionamiento controle nuestra inteligencia.

Ojalá que todos podamos despertar y vivir juntos una vida llena de amor y bondad como el Ser Único que somos.


Melvyn Wartella
(Ego, Evolución e Iluminación)


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