Para entender lo que sigue, el lector debe permitirse -ahora y en cada lectura posterior- alcanzar un estado mental adecuado. Se os pide -transitoriamente, por supuesto- que dejéis de lado todas vuestras opiniones filosóficas, religiosas y políticas, y que seáis casi como los niños, que no saben nada. Nada, eso es, excepto que realmente oís, veis, sentís y oléis. Suponed que no estáis yendo a ningún lado salvo aquí, y que nunca hubo, hay ni habrá otro tiempo salvo el presente. Simplemente sed conscientes de lo que en realidad es, sin atribuirle nombres y sin juzgarlo, puesto que estáis palpando la realidad misma y no las opiniones sobre ella. No tiene sentido tratar de suprimir los borbotones de palabras e ideas que transitan por la mayoría de los cerebros adultos, de modo que si no se detienen, dejadlas seguir como quieran y escuchadlas como si fuera el sonido de tráfico o el cloqueo de las gallinas.

Dejad que vuestros oídos oigan lo que quieren oír, dejad que vuestros ojos vean lo que quieran ver; dejad que vuestra mente piense lo que quiera pensar; dejad a vuestros pulmones respirar a su propio ritmo. No esperéis ningún resultado especial, puesto que en este estado desprovisto de palabras e ideas, ¿dónde puede existir pasado o futuro, y dónde alguna noción de propósito? Deteneos, mirad y escuchad... y permaneced aquí un momento antes de proseguir la lectura. Alan Watts (El camino del Tao)


23 abr 2012

TAO TE KING XXVII


Un buen caminante no deja huellas.
Un buen orador no se equivoca ni ofende.
Un buen contable no necesita útiles de cálculo.
Un buen cerrajero no usa barrotes ni cerrojos, y nadie puede abrir lo que ha cerrado.
Quien ata bien no utiliza cuerdas ni nudos, y nadie puede desatar lo que ha atado.


Así, el sabio que siempre ayuda a los hombres, no los rechaza.
El sabio que siempre conserva las cosas no las abandona.
De él se dice que está deslumbrado por la luz.
Por esto, el hombre bueno no se considera maestro de los hombres; y el hombre que no es bueno estima como buenas las cosas de los hombres.

No amar el magisterio ni la materia de los hombres, y aparentar ignorancia, siendo iluminado, éste es el secreto de toda maravilla.


Lao Tse
(Tao Te King)


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