Para entender lo que sigue, el lector debe permitirse -ahora y en cada lectura posterior- alcanzar un estado mental adecuado. Se os pide -transitoriamente, por supuesto- que dejéis de lado todas vuestras opiniones filosóficas, religiosas y políticas, y que seáis casi como los niños, que no saben nada. Nada, eso es, excepto que realmente oís, veis, sentís y oléis. Suponed que no estáis yendo a ningún lado salvo aquí, y que nunca hubo, hay ni habrá otro tiempo salvo el presente. Simplemente sed conscientes de lo que en realidad es, sin atribuirle nombres y sin juzgarlo, puesto que estáis palpando la realidad misma y no las opiniones sobre ella. No tiene sentido tratar de suprimir los borbotones de palabras e ideas que transitan por la mayoría de los cerebros adultos, de modo que si no se detienen, dejadlas seguir como quieran y escuchadlas como si fuera el sonido de tráfico o el cloqueo de las gallinas.

Dejad que vuestros oídos oigan lo que quieren oír, dejad que vuestros ojos vean lo que quieran ver; dejad que vuestra mente piense lo que quiera pensar; dejad a vuestros pulmones respirar a su propio ritmo. No esperéis ningún resultado especial, puesto que en este estado desprovisto de palabras e ideas, ¿dónde puede existir pasado o futuro, y dónde alguna noción de propósito? Deteneos, mirad y escuchad... y permaneced aquí un momento antes de proseguir la lectura. Alan Watts (El camino del Tao)


27 abr 2012

LO QUE SIEMPRE EXISTE AQUÍ


No hay mundo ahí afuera. El mundo entero está aquí: tecleando. Esto es el mundo. No hay mundo ahí afuera.

Respiración, respiración. Silencio. Es maravilloso cómo se va desarrollando, momento a momento.

Ningún control: el cuerpo respira al ritmo perfecto; los ojos parpadean al ritmo perfecto. Los dedos teclean, cada uno pulsa la tecla correspondiente en el momento perfecto. No hay nadie en mí que los controle.

¡Hola! ¿Hay alguien ahí?

¿Quien pregunta? ¿Quién teclea?

¿Qué es el yo?


Pero ¿quién pregunta? ¡La respuesta es la pregunta! ¡La respuesta que se da por sentado! La pregunta debe morir en el momento en que se plantea. Es algo falso, se funda en una mentira, en una falacia. Da por sentado una respuesta. La pregunta y la búsqueda de respuesta surgen al mismo tiempo. Hay una pregunta porque se da por sentado que hay una respuesta, y hay una respuesta, una contracción de esto.

¿Qué es el yo?

¡Cuatro palabras y unos signos de interrogación! Eso es todo. No hay respuesta alguna. No hay ninguna respuesta y, por ende, ninguna pregunta ni ninguna respuesta, lo cual te hace regresar a esto, a lo que nunca ha dejado de existir aquí, a lo que siempre existe aquí. ¿Por qué intentas encontrar una respuesta a la pregunta cuando la pregunta queda sencillamente aclarada en el momento?


Jeff Foster
(La Vida Sin Centro)


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